La voluntad de cambio

Por JoseV, el 13/10/2012

Enrique Rojas, tratando la educación de la voluntad, planteaba varias etapas en el desarrollo de esta capacidad. A continuación desarrollaré las ideas claves y de que forma podemos utilizarlas para equiparnos con la voluntad de cambiar. Constantemente escuchamos lo importante que es el cambio, como debemos optar por nuevos caminos, enfoques diferentes para alcanzar metas que nos ayuden a mejorar. Puede ser en un plano íntimo, en lo laboral, profesional o en nuestra relación con los demás.

La voluntad se basa en objetivos precisos, bien delimitados y estables

Siempre que hablamos de los hábitos, del desarrollo de la voluntad, llegamos al mismo punto: saber que queremos. Una vez que hemos decidido lo que queremos hemos dado un paso importantísimo para lograr la meta que nos propongamos. Sin un destino, es más complicado decidir el camino, saber por donde deberemos transitar, como llegaremos. Existe una relación entre la fuerza de voluntad y la claridad de las metas que se esperan conseguir. La indefinición afecta al deseo, a la ejecución y a las energías que emplearemos. Si nos parece más difícil, no nos apetece demasiado hacerlo. Por contra cuando existe un plan, cuando la finalidad y el camino están claros, resulta más fácil, es algo que podemos hacer, parece más asequible, lo deseamos más y nos cargamos de energía para conseguirlo.

La voluntad se puede aprender gradualmente, hay que entrenarla

Aprendemos a realizar labores muy complejas, como conducir, o que no nos apetece mucho al principio, como limpiarnos los dientes, porque hemos conseguido convertirlas en hábitos. No nos cuesta esfuerzo realizar las tareas habituales, aunque en el proceso de aprenderlas hayamos tenido que empeñar grandes dosis de voluntad. Y la propia voluntad no es diferente, sobre todo al principio, requiere rutinas y esforzarnos hasta llegar a consolidarla.

La voluntad se consigue al vencer los propias inclinaciones y los estímulos inmediatos

La superación de nuestros déficits, de aquellas costumbres que no nos gustan, de los malos hábitos que hayamos podido adquirir, requieren a menudo de una gran fuerza de voluntad y podría parecer que negar los propios gustos e inclinaciones es una labor titánica. Como en casi todo, podemos hacer uso de palancas que nos ayuden a superarnos. Lo primero, y más importante, es plantearnos la necesidad del cambio. Si queremos cambiar, si deseamos conseguir algo, estamos en el buen camino. Lo segundo dar un paso. Lo tercero otro paso. Lo cuarto... Incluso los mayores empeños son posibles cuando existe un propósito y no nos dejamos llevar por estímulos temporales o que nos ofrece satisfacciones inmediatas.

La voluntad se desarrolla a partir de valores tradicionales

Con el paso de los años vamos descubriendo que todo aquello que nos contaban nuestros mayores, lo que reflejan los refranes y el saber popular es realmente revolucionario. La voluntad para desarrollarse hace uso de instrumentos como el orden, la tenacidad, la disciplina, la alegría y los objetivos. El orden en lo que hacemos, en lo que somos, es básico. Necesitamos una base sólida, sobre la que asentarnos para evolucionar y el orden es el soporte necesario. La tenacidad es la que nos ayuda continuar si nos caemos, si nos equivocamos, la que siempre nos permite volver a empezar. La disciplina es la que nos faculta para hacer lo que debemos, incluso cuando no apetece o flaqueamos. La alegría nos deja ver las cosas desde ángulos más amables, enfrentar el esfuerzo o las dificultades, con un espíritu animoso y positivo. Al concentrarnos en una meta enfocamos nuestros recursos, energía y esfuerzos, en un objetivo concreto, transformándolo en algo alcanzable.

La voluntad precisa del equilibrio

Equilibrio entre lo que nos hemos propuesto y los medios que disponemos. Entre lo que sabemos somos capaces de hacer y los objetivos que queremos conseguir. Es necesario el equilibrio para capacitarnos física, psicológica e intelectualmente, si no estamos suficientemente preparados, para evitar la frustración y el fracaso, alcanzando así cualquier meta que nos propongamos.