¿Mamá te gustaría que fuera como tú?
Por JoseV, el 28/08/2013

¿Mamá te gustaría que fuera como tú cuando crezca? Una pregunta que haría feliz a cualquier progenitor. Pero si esa pregunta la hace una hija tras escuchar el enfado, los gritos de su madre hacia ella y sus hermanos, daría que pensar a cualquier persona con alguna sensibilidad. Incluso para una persona colérica, que se enfada con facilidad, que engaña a su marido y desatiende a sus hijos, puede representar un punto de inflexión. Algo que incluso podría desestabilizar todo su mundo, ser el punto de inflexión a partir del cual debe suceder algo. Lo que sea.
Ese fue el momento que vivió Lucía, nombre supuesto, que cambió su vida. Era una persona muy infeliz, pese a que era una niña con un gran potencial, buenas notas durante la primaria, pronto todo se complicó, demasiado para una niña. Creció en una familia desestructurada, sus padres se divorciaron cuando ella era aún muy pequeña, se quedó embarazada muy joven y tuvo hijos con tres parejas diferentes. En la vida de Lucía estaban presentes todos los ingredientes para el desastre. Cuando su hija le hizo esa pregunta llevaba meses sin trabajar, su pareja estaba a punto de irse y la vida se veía muy complicada, de hecho, estuvo a punto de perder la tutela de sus hijos. Cuando fue consciente de las implicaciones de la pregunta de su hija, de lo que significaba sobre ella y su vida, no pudo resistirlo e intentó suicidarse. Ese fue el punto de inflexión.
Pudo haber sido el final, pero fue un nuevo inicio. Lucía fue internada, sus hijos se fueron a vivir con una de sus hermanas y, no perdió su tutela porque el destino se puso de su lado. En este caso, un juez no tuvo que tomar una decisión tan difícil como acordar retirar o no la tutela a una madre golpeada por la vida. Por fortuna todavía quedan en este país jueces capaces de ver las cosas desde un punto de vista más humano, intentando encontrar la solución más justa y equitativa para todos. Pero el destino no fue tan importante, como la propia voluntad de Lucía.
Cuando Lucía explica su caso te das cuenta del impacto que le produjo aquella inocente pregunta. Verse ante aquel espejo, era algo que no pudo resistir, que le llevo a intentarse suicidar primero, pero que después fue lo que le sirvió como punto de partida. Lucía no quería que su hija fuera como ella, bajo ningún concepto, e hizo todo lo posible para salir de aquella situación. Se puso en manos de un terapeuta, no fue fácil, estuvo más de un año en tratamiento. Le llevó tiempo recuperar la autoestima, encontrar las ganas para salir adelante y que reapareciese la primera Lucía, pero lo hizo, se lo tomo muy en serio y consiguió acabar los estudios. Le proporcionaron un trabajo, luego encontró otro mejor y poco a poco fue reconstruyendo su vida. Se volcó completamente en sus hijos, para darles todo lo que ella no tuvo. Al final encontró una pareja y se casaron.
Años después Lucía está casada, tiene un cuarto hijo y aún tiene tiempo para ayudar a los demás. Ella es ahora un modelo para los demás y cuando se lo recuerdan, sonríe, sabiendo todo lo que tuvo que pasar para llegar hasta ahí. A veces necesitamos un puñetazo, un terremoto que remueva los cimientos de lo que conocemos, para construir algo mucho mejor.