Acabar con el maltrato doméstico
Por JoseV, el 07/12/2015

No es amor cuando se enfada.
El amor no se grita.
Cuando te quiere no te maltrata.
En los golpes no hay amor.
Si te mata ya no quedará nada.
El amor quiere con abrazos.
Te besa, te mima, mientras te ama.
No hay amor que borre los cardenales,
ni cariño que seque las lágrimas.
El maltrato solo deja cicatrices.
Heridas imborrables en el alma.
Corre, huye, escapa...
Rompe las cadenas de tu mente.
Vuela libre. ¡Tienes alas!
Tenía ganas de escribir del maltrato y ayer mientras surgía el poema que abre el artículo, pensaba en el enfoque. Es la víctima sobre la que se actúa a menudo y sin embargo es el maltratador el que origina el problema. ¿Por qué no centrar la actuación sobre el que maltrata?
Sabemos que el maltrato es un fenómeno muy complejo, la violencia de género, machista o como se quiera denominar. Y que las razones que llevan a alguien a maltratar y a la otra u otro, a dejar que suceda, pueden tener una infinidad de matices, mil explicaciones. Razones que justifican el comportamiento del maltratador, bajo su punto de vista, y que el otro acepte con resignación o rabia, pero dejando que suceda. Pero sean cuáles sean las razones por las que te has convertido en un monstruo o las que te han llevado a soportar una situación que no tiene justificación posible, ya está bien.
El maltrato siempre ocurre desde una posición de fuerza. Una relación de poder desigual, inaceptable, en la que se trata de sojuzgar, anular la voluntad de la otra persona, habitualmente una mujer, así que vamos a referirnos en masculino y femenino a cada uno de ellos, aunque también hay casos a la inversa o entre parejas, padres e hijos o viceversa, abuelos, en el trabajo o en cualquier tipo de relación. Es bastante común plantear estas reflexiones desde el victimismo y sin pretender restar ni un ápice de gravedad a cualquier tipo de maltrato, ni entrar en cada situación concreta, si creo que desde Happymente tiene más sentido buscar un enfoque menos habitual, centrándonos en la figura del maltratador por un lado y en las posibilidades de la maltratada o su entorno por otro.
Tú eres el maltratador
¿Por qué crees que ella tiene la obligación de tener tu comida lista cuando llegas? ¿Qué te hace pensar que porque no tenga la ropa preparada tienes derecho a enfadarte, gritar o maltratarla? Independientemente de cual sea vuestra relación, de que ella no trabaje o lo que sea, ella no es tu esclava. No tienes ningún derecho sobre ella. Nadie te lo ha dado y tu no puedes tomártelo. Porque seguramente no te gustaría que a ti te hicieran lo mismo. Y si te ha pasado o te está pasando ¿no te das cuenta de que eres el mismo tipo de monstruo que quien te lo hizo a ti? No hay justificación para el maltrato, no lo hay para que lo hagan contigo, si es el caso, y no lo hay para que lo hagas con otros. Y si no ha habido ni hay maltrato en tu caso, si sencillamente no eres capaz de controlar tus impulsos, busca ayuda. Encuentra alguien que te eche una mano, háblalo con algún amigo o familiar, por mucha vergüenza que te dé, porque si alguna vez has querido a esa persona no se merece lo que le estás haciendo. Es posible que creas que en algunos casos esa violencia está más justificada que en otros. Es bueno y es malo que lo veas así. Malo porque nunca tiene razón de ser y bueno porque eres capaz de darte cuenta de que en algunos casos te excedes, siempre es un exceso, pero que lo aprecies en ocasiones significa que tiene solución. Sea como sea lo que estás haciendo no tiene salida. No puede acabar bien. En el mejor caso acabarás separado de tu mujer, de tus hijos, de tu familia y amigos. Serás un apestado. En el peor acabarás en la cárcel tras años de causar dolor y ojalá que no acabes con tu vida, porque en otro de tus prontos decidas matarla. ¿Te imaginas verte ante el cadáver de tu mujer? ¿Imaginas estar ante los cuerpos sin vida de tus hijos? Si imaginar esa situación te hace enfermar, corre a buscar ayuda. Y si no lo hace, si crees que el maltrato psicológico, que los gritos y esos golpes, no son tan graves, corre aún más rápido. Porque a no ser que seas un psicópata, estás a tiempo de acabar con ello. No lo dudes ni un minuto, si en algún momento eres capaz de ver que lo que haces no es normal, no ya porque lo diga la sociedad, simplemente porque estás causando daño a otro, actúa, acude a un especialista.
No seas la maltratada
Sé que es difícil. Que no eres la responsable de lo que está ocurriendo. Y si piensas que tienes alguna culpa, no es así. Pero aunque te veas como parte de implicada en lo que estás viviendo, tú no eres el problema. Es él quien te está haciendo daño, tú no te lo has buscado. Corta por lo sano. No aguantes ni un minuto más su violencia, ya sea física, verbal o psicológica. Si te duele, te duele. No le disculpes, no hay ninguna razón para que tengas que soportar su comportamiento. Da igual que solo haya habido un tortazo o que lleves en esta situación durante años. El momento de acabar con ello es ahora mismo. Utiliza un teléfono de ayuda, el 016 es el teléfono de ayuda a las víctimas del maltrato y sus familiares. En el portal del Ministerio de Sanidad encontrarás información para detectar la violencia, qué hacer, consejos de autoprotección... No olvides visitar la página de seguridad tecnológica, donde te dan consejos para eliminar el rastro de tu navegación.
El entorno cómplice del maltrato
¿De verdad vas a seguir mirando hacia otro lado? Tú también eres responsable de lo que le ocurre a tu cuñada, a tu hermana, a tu hija, a tu amiga, vecina o compañera de trabajo. Ella necesita tu ayuda, aunque te haya dicho que no mil veces, que no pasa nada. Y él, quien la maltrata, también la necesita. No lo sabe, pero necesita que tú hagas algo. Puede que no lo entiendan, pero no te estás metiendo en sus vidas, no es cotilleo, es simple preocupación, es actuar como lo haría cualquier ser humano. Porque eres aún eres una persona ¿verdad? Se trata de ayudarla nada más. Aunque tal vez no sea tan importante. Probablemente sus gritos pararán como siempre. Siempre paran. Los niños dejan de llorar y llega el silencio. El silencio. ¿Te imaginas que solo haya silencio? ¿Qué no vuelvas a escuchar los gritos y los golpes? ¿Qué no haya más excusas para los moratones? ¿Qué ella no vuelva a apartar su mirada avergonzada? ¿Te imaginas que la última vez que la veas sea en un hospital o aún peor? Si puedes imaginar una situación así, si te duele ¿por qué no actúas? Llama ahora al 016, a la policía, y cuéntales lo que está sucediendo. Te vas a tener que mojar, ahora o cuando ya no tenga remedio. De ti depende. Y además es que tiene solución. Tu participación puede ser vital, para acabar con esta situación de una vez por todas.
Imagen: Autor desconocido.