A quien dices tu secreto das tu libertad.

Por Pilar, el 26/01/2016

A quien dices tu secreto das tu libertad.

Es una frase que se repite con frecuencia en el libro Caperucita en Manhattan, de Carmen Martín Gaite, historia que narra la incursión de la protagonista, una niña, en el mundo de los adultos, y de cómo enfrentar los peligros que hay en él, en libertad y soledad. Y sí, es cierto, que cuando contamos una intimidad a otra persona nos ponemos en sus manos, y que si hemos de desvelar un secreto tenemos que elegir bien al depositario de ese tesoro, ya que desde ese momento va a saber algo que tal vez ha condicionado nuestra vida, la de nuestra familia, algo especial, que nadie más sabe. Es una gran responsabilidad por nuestra parte y también por parte del receptor. Porque los secretos tienen fecha de caducidad, salen antes o después, en silencio a grito pelado, pero forma parte de su ser natural que un día vean la luz. Y al contarlo a otro, lo hacemos cómplice de nuestra vida, le damos un trocito de nosotros mismos, y de nuestra libertad. 

Por otra parte, y pensando en la actualidad, vemos lo sencillo que es contar las cosas, la falta de secretos que tenemos, sobre todo en las redes sociales. Lo que queremos contar y decimos, y lo que nos callamos, que también dice mucho de nosotros. Y que queda poco lugar para la sorpresa, ya que nos hemos acostumbrado tanto a desnudarnos públicamente, que podría decirse que las redes son nuestro confesor natural. Solo que lo que decimos no queda en los oídos de una sola persona, son unos cuántos los que lo leen. Y es curioso lo poco que cuesta hacerlo públicamente, aún sabiendo que hay cientos de personas ahí fuera escuchando, y sin embargo es como si fuera anónimo, porque hemos perdido el pudor. Ese que nos debería impedir contar todo lo que nos sucede, el que nos aconseja tener algo oculto, tener intimidad. Pero no es fácil resistirse a la tentación: a un golpe de click tenemos el derecho a pataleta y a confesión asegurado

Y en cambio, qué esfuerzo tan grande abrir nuestro corazón y sacar esa espinita que hace tanto daño y que nos hiere de una manera tan brutal a veces. Esa cosita que tal vez se está enquistando por ahí adentro, y que si saliera nos dejaría crecer libres y tranquilos... Cuesta pensar que en el cara a cara seamos cobardes o tan cautos a la hora de desvelar nuestras cuitas, y con audiencia seamos capaces de mostrarlo todo. Y que no seamos conscientes del poder que damos a todas esas personas que acaban sabiendo tanto de nosotros, porque no nos guardamos casi nada. Si tienes claro que das tu libertad a quien dices tu secreto, y que los secretos son tesoros de nuestra alma, busca un digno depositario para todo aquello que consideres importante, no lo lances sin más a los cuatro vientos...

 

Imagen: alexisnyal