La Paradoja de Popper
Por Pilar, el 03/02/2016

La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia otras personas, hacia sus ideas, prácticas o creencias, estemos de acuerdo o no con ellas. Desde un punto de vista filosófico ha planteado siempre discusiones muy interesantes. John Locke fue el primero en fundamentarla. Para él, el hombre es un individuo libre que tiene derechos naturales, los de autoconservación y espiritualidad, que son inviolables tanto por terceros como por un Estado. Critica la intolerancia y la coacción religiosa y política hacia el individuo. Durante la segunda Guerra Mundial Karl Popper formuló la Paradoja de la Tolerancia, que se plantea en los términos de poder prohibir, en orden a preservar la tolerancia, todas las concepciones que no lo son, porque sino éstas, rechazando todo argumento, acabarán imponiendo sus creencias por la fuerza.
Es decir, que para preservar la tolerancia, si es preciso, hay que ser intolerante con los que no lo son, ponernos a su mismo nivel, actuar como ellos. Que si como sociedad se permite de manera ilimitada a los irrespetuosos, desaparecerán los tolerantes y como consecuencia la tolerancia. Según su argumentación, a los que no son considerados con los otros, personas o pensamientos, hay que mantenerlos a raya con argumentos racionales, en un principio, y para que no se conviertan en un mal mayor. Pero si no es así, si persisten en su actitud, es mejor pecar de intransigencia con ellos que permitir que ellos acaben con la tolerancia. Y lo harán si se les deja utilizando el abuso y la fuerza, porque les da lo mismo lo que piensen los otros, aunque enarbolen su derecho a hacerlo como lo hacen, porque esos mismos otros lo permiten.
Aunque estos pensamientos fueron inspirados durante la Segunda Guerra Mundial mientras analizaba los paralelismos existentes entre los totalitarimos, Comunismo y Fascismo, se pueden aplicar al momento actual. Todos desearíamos vivir en un mundo en el que el respeto y la tolerancia fueran valores habituales, y aunque no todos pensamos de la misma manera, hemos llegado a consensos en los que entra la mayoría. Pero hay personas y grupos que van de manera intransigente a imponer sus pensamientos por la fuerza, pasando por encima de todos. ¿Cómo tenemos que afrontar el choque con esos individuos, pensamientos, o modos de vivir con valores diametralmente opuestos a los nuestros? ¿Cómo podemos ser transigentes y convivir con algunas prácticas? ¿Las justificamos porque son parte de su cultura, o defendemos con uñas y dientes la nuestra? y ¿en qué lugar nos ponemos si no transigimos?, ¿somos nosotros los intolerantes, por no respetar sus creencias, o los otros por imponer las suyas a la fuerza?
Difícil responder a estas cuestiones, pero lo cierto es que si la intolerancia existe es porque se le da alas, porque desde su misma definición permite que existan ideas diferentes. Si hay intransigencia es porque el respeto mismo a las opiniones diferentes lo permite. Y lo malo es que no es algo recíproco, porque cuando la intolerancia se instala, su propia esencia es acabar con todo lo demás, no admite más que un pensamiento único. Así es que llegado el caso, tendremos que parar a los intolerantes, si queremos permitir que haya más opciones que las suyas, aunque eso nos convierta en seres irrespetuosos... Paradoja de Popper.