Creencias vs Ciencia

Por Jose María, el 11/03/2016

Creencias vs Ciencia

Hace un par de días, impartiendo un taller de búsqueda de empleo, como voluntario, en la Cruz Roja, me encontré con una persona cuyo proyecto de trabajo me resultó llamativo. Quería crear una web para un negocio, relacionado con la curación mediante el «Biomagnetismo». Dado mi natural escéptico y conociendo algo de qué va eso del «biomagnetismo», no pude por menos que decirle a la chica que me parecía muy bien que quisiera montar un negocio por internet y que tuviera ese empuje e iniciativa para hacerlo, pero en cuanto al fondo de la técnica me reservaba mi opinión y si quería conocerla al terminar la clase se la contaba. No debió ver en mis ojos mucha credulidad y al terminar prefirió no preguntarme.

No era la primera vez que alguien me contaba su deseo de vender «humo». En otros talleres otras personas me han comentado proyectos similares, para montar negocios con relación a terapias pseudocientíficas, es decir sin aval ni evidencia científica alguna que las respalde. Hablo de terapias como Reiki, Acupuntura, Moxibustión, Bioneuroemoción y una larguísima lista que ha sido denunciada muchas, pero insuficiente, número de veces. Tengo que decir que se me hace muy difícil aceptar este tipo de negocios y suelo ser bastante combativo y beligerante con ellos.

¿Por qué? Pues porque pueden hacer daño a la salud de las personas. Se aprovechan de la credulidad y, a veces, desesperación, de la persona que busca solución a un problema, a una enfermedad y, por la razón que sea, abandona el tratamiento médico tradicional —científicamente aceptado— para abrazar un tratamiento que, en el mejor de los casos, no le hará nada, y en el peor, le perjudicará la salud y, con seguridad, al bolsillo.

Justamente estos días ha habido un debate —no exento de cachondeo— en las redes sociales, a cuenta de la Homeopatía, motivado porque la Universidad de Barcelona ha eliminado de los cursos que se imparten un máster relacionado con la Homeopatía. Y claro, la empresa francesa Boiron, principal proveedor de productos homeopáticos del mundo ha salido en tromba para tratar de defender lo indefendible. Dieron una conferencia el pasado miércoles en la que se quedaron con el trasero al aire ante la avalancha de preguntas de «malintencionados» periodistas y no supieron dar respuesta a qué evidencias científicas concretas tiene la homeopatía, «no saben cómo actúa». Dando como argumento que 1 de cada 3 españoles consumen homeopatía, sin decir de dónde sacaban ese dato, que más de 15000 médicos la prescriben, que los farmacéuticos la recomiendan y que es un producto que se usa desde hace 200 años (un tal Samuel Hahnemann fue el «descubridor») y que «a mucha gente le funciona». Y aquí hemos topado con el principal argumento de estas pseudociencias: el «amimefuncionismo», o el «como al amigo de mi vecino le ha ido bien, tómate esto que te irá bien». Textualmente dijeron los de la multinacional que «los pacientes no necesitan la evidencia científica de un medicamento, sólo que funcione». Desde luego existe una importante complicidad y responsabilidad de muchos médicos y farmacéuticos, en el hecho que la homeopatía esté más o menos extendida en este país, que sería un asunto a regular por ley, en mi opinión.

Pero a veces no funciona tan bien, especialmente cuando se renuncia al tratamiento científicamente aceptado que tiene comprobada su efectividad, como es el caso del bebé canadiense, enfermo de meningitis y muerto por uso exclusivo de homeopatía.

Pues bien las cosas no son así. Al menos en el ámbito de la ciencia y la salud, desde hace bastantes años el método científico se ha extendido y ha servido para avanzar en el conocimiento, para verificar y comprobar que las teorías científicas son correctas, o no, y responden, o no,  a la realidad del mundo que nos rodea. No se puede usar para curar una pastillita de azúcar homeopática que lleva diluido hasta el infinito un supuesto producto terapéutico, del que no queda ni rastro. Tampoco nos pueden decir que el agua que diluyó ese supuesto principio activo «conserva la memoria» en las sucesivas diluciones hasta el infinito, porque entonces nos bastaría con beber agua del grifo que seguro conserva en su memoria todos los principios activos de todas las sustancias imaginables con las que alguna vez en la historia estuvo en contacto el líquido elemento, incluso la mierda (con perdón). Total, me va a producir el mismo efecto placebo, solo que bastante más barato.

El problema de todas estas cosas es el dinero, «poderoso caballero es don dinero», poema de Quevedo, magníficamente cantado por Paco Ibáñez… la falta de escrúpulos y, en ocasiones, la ignorancia. Los chamanes que venden pseudoterapias a veces son perfectamente conocedores del timo que realizan y a veces no. Las personas a las que me refería al principio y que conocí en los talleres, seguramente estaban engañadas, debido a su credulidad e ignorancia.

Y es que la industria de las pseudoterapias funciona y se extiende a pasos agigantados porque hay mucha gente crédula, normalmente con poca formación científica, que no sólo se convierten en consumidores de los productos «chamánicos», sino que también se pueden convertir en promotores de esas pseudoterapias al estar totalmente convencidos de que funcionan y ver un «nicho de mercado» al que se pueden dirigir.
Nicho de mercado que ciertamente es cada vez mayor. Cada vez hay más gente con fe, a mi me lo parece, que necesita refugiarse en esas técnicas pseudocientíficas, que más parecen brujería que otra cosa. Esa gente que lo mismo cree en los horóscopos, que en la astrología, en el mal de ojo, o en los milagros de la Virgen de Lourdes. Gente que no necesariamente está desesperada —que de ésos también los hay—, sino que,  por su escasa cultura científica y falta de espíritu crítico, se creen todo lo que otras personas dicen o publican en las redes sociales. Personas que porque una Universidad o una televisión promueva o difunda una noticia, es palabra sagrada que hay que creer.
Parte de la culpa de la credulidad de la gente la tiene la Universidad que como hemos dicho antes, a veces favorece la impartición de cursos de terapias no científicas, o como el caso de la Universidad Rey Juan Carlos que tenía una posición ambigua con respecto a la realización de cursos de Reiki. Incluyo en mi crítica a médicos y farmacéuticos que, por hacer negocio, aplican las pseudoterapias y aprovechan su autoridad sobre el enfermo.

Otra parte de culpa la tiene el sistema educativo, la sociedad en general, que no fomenta una cultura científica e integral desde la infancia, que daría para muchos y sesudos post. Por supuesto que su parte importante de responsabilidad la tienen las televisiones y los medios de comunicación, pero éstos sólo «se alimentan» de cerebros cándidos y crédulos. La sociedad de consumo, los medios de comunicación, lo único que hacen es darles de comer lo que demandan esas personas crédulas. Si todos fuéramos más escépticos y menos fervorosos creyentes, otro gallo cantaría en las televisiones y medios de comunicación.

 Existen dos culturas en el mundo, la una asentada en el conocimiento de la historia, la literatura, lo cultural, lo tradicional. La otra, es la cultura científica, basada en la observación del mundo natural y la experimentación. Ambas culturas deben ir de la mano, se debe tender puentes entre ellas y son perfectamente compatibles. Ya no se debería dar eso de soy hombre de ciencias o soy hombre de letras. Hay que buscar que la cultura recoja lo mejor de todo el conocimiento y ello incluye no solo el acerbo cultural tradicional sino también el más reciente mundo de la ciencia. Resulta penoso ver a una persona, aparentemente culta, que sabe mucho de historia o de sociología y que sea seguidora de terapias no científicas, en materia de salud. También resulta deprimente encontrarse a una persona con mentalidad abierta a la ciencia y que no conozca la época del siglo de Oro Español.

La cultura del conocimiento integral, letras y ciencias, es la que nos hará verdaderas personas librepensadoras, libres de atavismos y creencias, escépticas y con la mente abierta a nuevas ideas y paradigmas que expliquen y respondan a las dudas que sobre el mundo y la vida tenemos o surjan en el futuro.

 

Imagen: El altar sagrado de un chamán, de Sylvia.