Auschwitz, un viaje necesario entre el silencio.
Por Diego, el 14/03/2016

Como todos sabréis, Auschwitz fue, lamentablemente, el campo de concentración y exterminio de la Alemania nazi más grande de la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, permanece como museo conmemorativo para rendir homenaje a la historia y, sobre todo, a sus víctimas, convirtiéndolo en el emblema más importante del Holocausto.
Auschwitz es un viaje por nuestra historia, nuestra historia más negra, una de las manchas más importantes de nuestro expediente como seres racionales. Pero, ¿por qué visitarlo? Una frase que cuelga sobre uno de los barracones lo define perfectamente: “Aquel que no conozca la historia, está condenado a repetirla”. Es un viaje necesario para nuestra naturaleza humana, un viaje necesario para sanear nuestros espíritus y almas corruptas que te apremiará a no juzgar jamás a nadie. Sin duda, un viaje que se te grabará a fuego en la memoria.
Si estáis rondando las cercanías de Cracovia, una de las ciudades más turísticas de Polonia, visitar Auschwitz es un asunto obligado, ya que, en menos de una hora en cualquiera de los buses turísticos puedes estar allí.
Recomendable 100% para comprobar de primera mano los demonios que rondan sobre nuestra especie y que nos llevan a cometer tales barbaridades. Pero ojo, no es recomendable para todos los públicos porque puede herir sensibilidades. Sinceramente, hay que echarle valor.
Nada más bajar del bus sientes ya los primeros escalofríos del lugar, y es que hasta la propia madre naturaleza se contagia de lo ocurrido allí con temperaturas frías y un ambiente cargado de niebla donde el sol escasamente se manifiesta. Pero realmente no comprendes la dimensión del dolor habido en el lugar donde te encuentras hasta que cruzas el arco de bienvenida (el mismo por donde entraban los prisioneros) donde empieza el verdadero pasaje del terror y donde se deja leer “Arbeit macht frei”, algo así como que “el trabajo os hará libres”.
Y de repente, el silencio absoluto.
El silencio del ambiente es solemne, los rostros de los demás turistas están repletos de tristeza y seriedad, y entre tanta sensación de aislamiento, el único sonido que se puede escuchar es la voz de los guías turísticos.
Uno de los mayores puntos fuertes (o el mayor) que despierta tantos sentimientos entre los visitantes es el perfecto estado de conservación de las instalaciones. Todo está tan imponente como lo recordamos de cualquier documento histórico. Parece el plató de cine de películas como La vida es bella, La lista de Schindler o, la más reciente, El hijo de Saúl, pero entonces descubres que es real, no se trata de una película. La realidad, como siempre, superando a la ficción.
Es imposible que el corazón no se conmueva en cada uno de los barracones que, ahora, albergan diversos fragmentos de la historia de Auschwitz. Cada uno más acogedor que el anterior. Además de comprobar cómo “vivían” los prisioneros, se pueden ver objetos reales como ropa, gafas, prótesis de extremidades… ¡incluso cabello humano auténtico! Totalmente sobrecogedor, sin embargo, la palma de lo escalofriante se la llevan las cámaras de gas de Birkenau, el campo de exterminio anexo. Allí dentro te faltan las fuerzas y la respiración. Literalmente.
Si el Infierno existe, creo que será algo parecido a lo vivido en Auschwitz. Un Infierno que hay que visitar para redimirnos como seres humanos.
Imagen: Happymente