El héroe descalzo de África.

Por Diego, el 16/03/2016

El héroe descalzo de África.

Apenas faltan cinco meses para la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016, y para conmemorar tal importante acontecimiento deportivo, os traigo una de las historias de superación, coraje, heroísmo y sacrificio más importante de la historia de las Olimpiadas.

Con este artículo pretendo llevar la Llama Olímpica hasta África, el continente más pobre y desfavorecido del planeta, donde el deporte ha ayudado tanto ante las desigualdades sociales, civiles y económicas. El deporte da, y ha dado, muchísimo al continente africano y, posiblemente, el protagonista de esta historia fue el pionero del nacimiento de los éxitos deportivos de África.

Su nombre es Abebe Bikila, y su gesta: ser el primer atleta africano en conseguir una medalla de oro en unos Juegos Olímpicos.

La historia de Abebe Bikila empieza en una pequeña aldea de Etiopía, y como en otras muchas historias relacionadas con el mundo del deporte, un conflicto político/militar es el protagonista de la vida del héroe. Mientras Bikila servía en la Guardia Imperial de Haile Selassie, Gobernante de Etiopía hasta los años 70, se topó con un grupo de atletas que entrenaban en las inmediaciones del ejército. Por entonces Abebe Bikila apenas había mostrado interés en el deporte más allá de los entrenamientos militares, sin embargo, al ver a esos hombres lucir con orgullo el nombre de su país en las camisetas, en seguida supo que su destino era ser atleta.

Curiosamente, pese al duro entrenamiento al que le sometió su descubridor, entrenador, y, sobre todo, amigo, el sueco Onni Niskanen, Abebe Bikila no era de los mejores de su país. Es más, en un principio no fue ni convocado con el equipo nacional para los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, donde posteriormente se convertiría en un héroe. Casualidades de la vida, llámale destino, llámale mano de Dios, la lesión de uno de sus compañeros hizo que finalmente pudiera viajar hasta Roma.

Y allí, en 1960, en Roma, rodeado entre tanto atleta blanco, un delgado y desconocido etíope reflejaba perfectamente la imagen de la África negra en el mundo. Un mundo que estaría a punto de presenciar una de las mayores gestas de todos los tiempos, una gesta que va mucho más allá de lo meramente deportivo. Y todo esto bajo un escenario que el destino (o llámale de nuevo mano de Dios) previó para cerrar a la perfección el círculo de la historia de Abebe Bikilia: el Arco de Constantino, donde años atrás, el ejército de Mussolini partía hacia la conquista de Etiopía; y, especialmente, bajo el Obelisco de Aksum, el símbolo de la civilización etíope más importante, que fue trasladado a Italia como trofeo de guerra.

Pero el asunto de la cuestión que lo convirtió más si cabe en una leyenda, es que Abebe Biklia lo hizo todo descalzo. ¿Por qué? Porque no se sentía cómodo con las zapatillas esponsorizadas que le ofrecieron para hacer la prueba, o lo que es lo mismo, todo un golpe de efecto para el reciente auge del capitalismo, las grandes marcas y el primer mundo. ¿Os imagináis hoy día un atleta de élite o una estrella del deporte sin lucir sus zapatillas de marca? Pues eso.

Pero a Abebe Biklia le daba igual correr descalzo, la historia de su país le daba fuerzas, le daba igual lo demás. Tenía una nación detrás de él, qué digo una nación, ¡un continente! Y claro, al final consiguió bañarse en oro ante el asombro y la admiración de rivales y asistentes. El héroe descalzo de África había nacido, y desde entonces, su leyenda ha servido como ejemplo para miles de deportistas de élite africanos y, en especial, para los niños africanos que ven como el deporte convierte la pobreza en un oro espiritual de sacrificio, trabajo duro y de ver la vida de forma positiva.

Imagen: Stridenation