Activismo de sofá

Por Pilar, el 15/05/2016

Activismo de sofá

Es muy posible que en alguna ocasión hayas participado en una recogida de firmas, de esas que plataformas como Change.org ponen en marcha a través de ciudadanos anónimos. O sencillamente en alguna discusión en redes sociales, como consecuencia de algún conflicto laboral, alguna frase fuera de tono de un político, cualquier hecho significativo. Cualquier persona que desee denunciar una situación, pedir algo a una administración, o difundir una información, solo tiene que iniciar una petición o compartir su caso. Según de qué tema se trate, y del acierto a la hora de elegir dónde compartir, se hará viral en pocas horas y es posible que salte a otros medios más tradicionales como la televisión o prensa escrita.

Es una manera rápida de hacer que situaciones que desconoce la mayoría de la gente lleguen a miles de personas en cuestión de poco tiempo. En algunos casos poco más pueden hacer los afectados y a veces la petición es tan clara y la injusticia tan grave y objetiva que la denuncia de los afectados consigue en breve tiempo su propósito. 

El problema de todo esto es que nos estamos acostumbrando a una especie de activismo de sofá, en la que la denuncia es cómoda. Solamente hay que rellenar unos datos, de hecho si ya hemos entrado otras veces están grabados y solo hay que dar a un click, y ya está en marcha la maquinaria. Y si es a través de las redes sociales salen valientes hasta de debajo de las piedras. ¿Somos activistas de verdad, o es sencillamente que nos lo ponen fácil? ¿Haríamos el mismo esfuerzo si no estuviera tan al alcance de la mano? ¿Nos echaríamos a la calle con tanto entusiasmo a gritar y vociferar para pedir lo mismo que hacemos desde el sofá de casa? ¿Si no pensáramos que está socialmente bien visto que participemos en estas cosas? 

Da la sensación de que no. No hay que ir muy lejos, para darse cuenta de que si el esfuerzo fuera un poco mayor, se nos acababa la solidaridad y las ganas de justicia enseguida. Y a falta de otros medios, sigue siendo una manera estupenda de reinvindicar, aún hay gente que solo dispone de este medio para hacer visible su problema. Lo que ocurre es que a diario nos machacan con peticiones y denuncias que fácilmente se solucionarían de otra manera. Muchas veces siendo nosotros mismos más cívicos o más juiciosos a la hora de elegir a nuestros representantes, a los que gestionan nuestro entorno. 

El uso de estos medios debería ser una excepción cuando ya parece que todo está perdido, no la manera habitual de solucionar nuestros problemas. Y si se utiliza la recogida de firmas o la denuncia en redes hasta para pedir que se cambie la luz del patio de casa, se acaba desvirtuando su origen: dar a conocer una situación que si no se hace visible para la opinión pública no tiene posibilidades de ser solucionada. Pero solo por el hecho de denunciar a través de estos medios algo que no nos gusta no va a dejar de existir. 

¿Alguien cree que firmar contra el cáncer o las emfermedades raras sirve de algo? Por desgracia no, se puede visibilizar el tema, pero la solución, que pasa por mayores inversiones en investigación, dotaciones adecuadas para tratamientos, etc, dependerá más de las decisiones que tomemos en el ámbito político, que de la protesta o recogida de firmas. Podemos cambiar muchas cosas con nuestra firma, claro que sí, poner en evidencia situaciones incorrectas, trágicas o injustas, pero si queremos hacer algo más por nuestra sociedad, además tenemos que pasarnos al activismo activo, el que toma decisiones, sin pancartas, sin glamour o deseabilidad social, más que denunciar cómodamente desde el sofá de casa.

 

 

Imagen: Manuel Quintero