El fascismo era una economía de oligopolios
Por JoseV, el 13/07/2016

Una buena parte de la política que vivimos es un elemento contaminante de primer orden. Comienza por manipular el lenguaje para alterar todo lo que toca. Ocurre por ejemplo con todo lo que etiquetan como liberal, para ocultar vergüenzas mayores. La izquierda tiende a calificar a la derecha de ultraliberales y la realidad es que en el panorama actual la política de unos y otros es muy parecida. Ningún partido va a realizar cambios significativos en las pensiones, no se ve a ninguno demasiado interesado en mejorar la educación, han tenido 40 años para ello, y sin embargo les encanta legislar, somos el país con más leyes del mundo, y lo han logrado en unas pocas décadas, cuando llevemos un siglo así esto va a ser glorioso. Lo han hecho gobernando todos ellos.
En realidad tanto conservadores como socialistas, se han convertido todos en partidos socialdemócratas con matices, para contentar a una parte del electorado propio, pero iguales en la mayoría de planteamientos, ya que beben del mismo caladero de votos. Las nuevas opciones son las socialdemocracias elevadas al cubo, porque si bien llegan desde la izquierda, la realidad sociológica les obliga a planteamientos similares. Todos prometen un estado maravilloso que proveerá de todo a sus ciudadanos. El único problema de todas esas utopías es que al menos en la Ciencia Ficción se partía de una capacidad de generación de riqueza que al menos nuestra sociedad no tiene, a no ser que volvamos a la autarquía franquista, a la que hasta Franco tuvo que renunciar a finales de los 50.
Y es que el fascismo era una economía de amiguetes. Los próximos al régimen medraban, mientras el resto malvivía. Algo parecido a lo que vivimos, aunque he de reconocer diferencias notables. El PSOE dice que esto es culpa del Partido Popular, pero resulta que ambos son los responsables del país que tenemos. Ellos lo han construido durante los últimos 40 años como les ha parecido conveniente. Se premia e incentiva la cercanía al poder de las empresas, en lugar de regular para que actúen como entes autónomos y que haya organismos que se encarguen de vigilar que haya una separación efectiva, limitar los vasos comunicantes.
Gracias a este sistema las empresas que crecen, son en muchos casos, las mismas o descendientes de las que lo hacían en el régimen anterior. Por tanto si tenemos entidades que se mueven como lo hacían anteriormente, las regulaciones buscan su protección y no se promueve la competencia efectiva, obligatoriamente hemos de concluir que el régimen actual y el anterior tienen algunas similitudes notables. Obviamente vivimos en una democracia en lo legal y lo social, y la economía ha salido del agujero que representó el franquismo, pero es llamativo que algunos se empecinen en calificar de ultraliberalismo, algo que tiene mucho más que ver con el fascismo. Más si consideramos los 20 años de gobierno socialista. Llamativo.
¿Pueden los nuevos movimientos políticos cambiar esta situación? No tengo una varita mágica, pero si vemos sus planteamientos programáticos y el discurso dominante, parece que lo que pretenden es más estado y eso significa obligatoriamente más cercanía del poder político y económico. En España no creo que lleguemos a una debacle como la de Venezuela, porque ya el estado y una buena parte del mundo económico tienen costumbre de tratarse. Para los poderes fácticos, para los que dirigen la sociedad, no representará un cambio significativo. Para la sociedad significará inevitablemente un empobrecimiento, porque una sociedad menos productiva, solo puede repartir miseria, por mucho que compartamos.