¿Cuándo estamos mimando a un niño?
Por Pilar, el 29/07/2016

Por algunos comentarios referidos a alguien que en realidad ya no es niño, empecé a investigar qué es lo que se entiende por ser una persona mimada. Básicamente la información que me encontré se refería a los pequeños, normalmente menores de ocho años, y algunos de los puntos que se mencionaban eran niños que a la primera de cambio tenían una rabieta, que acaparaban la atención de los padres en público, que ignoran a los adultos cuando les hablan, que los manipulan, que no obedecen, que no hacen nada, que no ayudan... pero cuesta creer que estas características no estén presentes en la mayoría de los niños.
Los críos claro que llaman la atención, y no son demasiado conscientes de las normas de urbanidad ni del marco en que algunas cosas son apropiadas o no, actúan con naturalidad absoluta. Y sobre todo cuando son pequeños, pensemos en los terribles dos y tres años, la pueden liar buena en cualquier momento, y tener una rabieta mítica solo porque les hayas quitado una miga de pan de la mano. La respuesta de cualquier padre inteligente es devolverle lo que sea que llevara en la mano y desviar su atención para que se le pase, pero entender eso como malcriar y consentir es pasarse.
En ocasiones ignoran a los adultos, sí, sobre todo si les hablas cuando están haciendo alguna actividad que les encanta, porque se meten tan dentro de ella que se aislan del mundo. No te ignoran con mala idea, sencillamente ni te ven.
¿Que no obedecen? Si siguen las pautas de la escuela lo normal es que hasta que no acaben aquello que estaban haciendo no lo dejen. Si es su costumbre igual es mejor avisar al niño con tiempo, para que puede acoplarse a la actividad que le requiere el adulto. Y por otra parte un interés por la obediencia total del niño puede perjudicar el desarrollo de su personalidad. Queremos niños, no macetas que no se mueven.
Que no hacen nada. Los niños tienen que ir haciendo tareas para hacerse responsables de sus cosas, pero no podemos pretender que los más pequeños que hagan cosas que corresponden a los adultos por propia voluntad, salvo que les parezca una tarea divertida o reciban alguna recompensa.
Que manipulan a los adultos. Hay que marcarles límites, y dejarles claro cuales son, pero también hay que entender que intentarán ver hasta dónde pueden llegar y que forma parte de su experiencia de vida y de su crecimiento que intenten superarlos.
Cuando todas estos puntos sobrepasan un límite razonable que no es sano para el niño, para su evolución como persona, es cuando está siendo mimado. Cuando le estamos dando una cobertura que ya empieza a no corresponderle por la edad o por sus circunstancias, en vez de dejar que se enfrente a algunas cosas que ya sabe hacer, o cuando ya sabe lo que hace y aún así persiste en su actitud porque no se le corrige y no se le da importancia a lo que ha hecho. Pero hay que distinguir los comportamientos normales de los niños en las diferentes etapas de su evolución, entender hasta dónde se les puede exigir, y el comportamiento de cuidado que tengan los adultos hacia ellos, de las falsas acusaciones de mimar a un niño que aún no tiene el conocimiento necesario para hacer las cosas de otra manera.