Los mejores maestros

Por Pilar, el 04/11/2016

Los mejores maestros

No fui a un colegio especialmente importante, era uno de barrio, y el siguiente fue uno un poco más lejos en una zona similar. Ni siquiera puedo atribuirme demasiados méritos con mis notas porque siempre me gustó estudiar, aún lo hago, y mi inquietud por aprender sospecho que fue innata. Recuerdo que me contaban que con cuatro años ya era capaz de leer y escribir palabras sueltas. No sé si debo agradecer eso a mis padres porque me hizo tener interés por las cosas, o ese mismo interés fue el que me llevó a aprender tan pronto, mientras estaba en la salita de casa escuchando a mi padre dar clases particulares a un niño mayor que yo.

Si partes con todo eso ya tienes una gran ventaja en la vida académica: te gusta estudiar, y se te da bien. Pero no tengo tan claro que sin los maestros que tuve en quinto curso las cosas hubieran sido igual para mí. Porque una cosa es aprender lo que te enseñan en la escuela, sin salir de un guión, con todo programado y otra muy distinta lo que ellos hiceron, que fue introducirme en el cuerpo un virus que no se ha curado jamás, y son las ganas de aprender. No tengo idea de cómo lo hacían, pero eran capaces de tenernos escuchando embobados cualquiera de las cosas interesantes que nos contaban. Y eran muchas, y a veces creo que demasiado elevadas para unos niños de apenas diez años, pero consiguieron que aprendiera a aprender, a querer saber siempre un poco más, aunque no tocara, porque no entraba en los exámenes.

No es cuestión de defenestrar a tantos y tantos magníficos profesionales de la enseñanza en todo el mundo, pero yo desde luego, no me he encontrado habitualmente con gente como ellos. Vocación, entusiasmo, ánimo, siempre despertando nuestra imaginación. Nunca más los volví a ver, cambié de escuela, y la única manera de agradecerles todo el bien que me hicieron es hablar de ellos como lo que fueron, mis mejores maestros.