El tamaño sí que importa

Por Pilar, el 11/07/2018

El tamaño sí que importa

Tom miró de soslayo a su compañero en el gimnasio. No puede ser de otra manera si no quiere que alguien le diga una barbaridad o se sospeche algo que no es. Lo que alcanza a ver de reojo le deja impresionado. ¿De verdad todo eso es suyo? Ahora está claro el éxito con las mujeres, ya le gustaría a él...

Desde que recordaba siempre ha sido una obsesión para él. El tamaño sí importa, lo dicen ellos y también ellas. Estaba acostumbrado a oirlo a las chicas del instituto, a su hermana con las amigas. Y claro el suyo no era demasiado interesante, eso lo explicaba todo.

A Tom siempre le ha costado mucho ligar, no como este bribón que cada día seguro que pilla con una diferente. Eso sí, siempre ha repetido al menos un par de veces. Seguramente porque su inseguridad siempre le ha llevado a retardar ese momento de intimidad e irse a la cama. Una vez que eso ocurría, ya no volvía a haber otra cita. Normal, las mujeres quieren pasarselo bien y claro...

Hasta que conoció a Marla, una simpática biblotecaria que hizo una sustitución en el barrio. Simpática en el sentido que se utiliza para definir a alguien que solo es eso: simpático. Es decir, no era guapa, estaba muy delgada y no tenía curvas, pero era absolutamente adorable y encantadora. Quedaron un par de veces antes de irse a la cama, y joder, fue brutal. Jamás imaginó que se pudieran hacer tantas cosas diferentes y divertidas. Ella no cuestionó nada de su anatomía, simplemente disfrutó, le explicó lo que quería y entre cariños y carcajadas tuvo un orgasmo tras otro. Gracias a él, mejor aún, con él. Podía decirlo con orgullo. Y ella, bueno lo de ella fue memorable. Supo sacarle todo el partido posible dejando de lado cualquier inseguridad. Y no, no le importó el tamaño. No todo consiste en entrar y conquistar. Los rodeos y otras formas de asaltar el castillo resultaron geniales. Repitieron unas cuantas veces, algo que nunca le había pasado antes... 

Con Marla entendió que su error había sido querer ser perfecto, compararse con otros. Eso lo había hecho inseguro, muy vulnerable. Su querida bibliotecaria lo había aceptado tal y como era. Así es que al final resultó que no era cuestión de tamaño. O sí, pero no de lo que pensaba: importaba su autoestima, su sentido del humor, su cerebro, la pareja que te toca en suerte.

Y a pesar de eso, aún así, no puede evitar dar un vistazo de soslayo y envidiar, muy bajito, muy dentro y cada vez menos, la suerte de ese bribón... ¡qué mal repartido está el mundo!