Gracias, queridos profesores

Por Pilar, el 13/06/2019

Gracias, queridos profesores

No puedo poner nombre a mis profesores de primaria. Ni su cara. Ya hace unos cuantos años y la memoria va fallando para esas cosas aunque si que conserva detalles que la han impactado. Eso me pasa con Adela y Juan, mis profesores de quinto curso. Eran diferentes, modernos, aire fresco para lo que se llevaba en ese momento, casi en los ochenta. Siendo poco modesta he de decir que lo mío con los estudios siempre ha sido fácil, porque era buena alumna. Ahí están esos desgastados boletines de cartulina amarilla, llenos de nueves y dieces. Y así durante mucho tiempo, incluso cuando los estudios eran más difíciles. 

Tal vez por eso, me cuesta ponerme en la piel de aquellos a los que no les gusta leer o estudiar, porque nunca me ha ocurrido. Hasta el mismo día de hoy, no he dejado de hacer siempre alguna cosa, por insignificante que sea. Toda la vida, una bonita historia de amor.

¿Por qué doy las gracias pues a esos dos profesores? porque puedo nombrar a muy pocos que fueran como ellos. Tenían una gran pasión por su profesión, por enseñar, por abrirnos la mente. Me recuerdo con mis compañeros, cruzados de piernas, en el suelo, sin libros, sin apuntes, escuchando con la boca abierta cualquier cosa que nos contaban. Recuerdo especialmente el día que nos hablaron del Triángulo de las Bermudas... con precisión, energía, como si no tuviéramos diez años

Y como ese decenas de temas que no estaban en los libros, que no entrarían en los exámenes, pero que al menos a mí, me hacían salir de allí ávida de saber más. Encaminaba mis pasos a la biblioteca, a buscar y rebuscar entre libros, la mayoría de veces desfasados, para pedirlos prestados mientras el funcionario de turno dejaba pasar delante de mis ojos cientos de octavillas blanduzcas y ennegrecidas del uso. Un cuño, una fecha y ya me lo podía llevar a casa y terminar de ubicar en mi cabeza todo eso que me habían contado.

Seguramente mi amor por los libros, por saber un poco más, no hubiera sido muy diferente de no haber aparecido estos dos profesores en mi vida. En mi casa el ambiente era muy propicio para la lectura y el estudio. Pero seguramente sí que fueron un antes y después de otros que no tuvieron tanta suerte como yo. Así es que solo por eso, gracias Adela, gracias Juan, por sembrar en nuestras cabecitas la inquietud necesaria para querer saber siempre un poco más. Yo a día de hoy sigo haciendo lo que puedo.