¿Qué siente un niño acosador?
Por Pilar, el 19/12/2019

María es una niña de doce años que vive acosada por dos compañeras de clase. Ni siquiera sabe qué hace que las pueda molestar tanto como para tratarla de esa manera. Insultos, conductas intimidantes y desprecios son continuos. Ayer la esperaron a la salida del colegio y corrieron detrás de ella insultándola, hasta que al llegar a un semáforo se lo saltó y casi la atropellan. El coche no llegó a golpearla, pero sufrió un ataque de ansiedad. Otro más. La policía informó a la escuela de lo ocurrido. La directora habló con ellas en su despacho, no se le quita de la cabeza la absoluta frialdad e indiferencia de las dos chicas al hablarles de lo grave que era su acción y de lo que podría haber llegado a ser. Les daba absolutamente igual que María hubiera podido sufrir un accidente por su culpa.
Cualquiera pensaría que después de algo así, las niñas deberían sentirse mal, que se arrepentirían, pedirían disculpas y nunca más volverían a hacerlo. Pero no, no es así. Un niño acosador no siente la menor empatía por la víctima.
Un menor que actúa así tiene un problema, obviamente. Uno que si no se ataja lo puede acabar convirtiendo la vida de otros y la propia en una verdadera pesadilla. ¿Imaginan a estas niñas de mayores resolviendo un problema grave más o menos de la misma manera? Y desafortunadamente, a pesar de los graves daños y secuelas que padecen algunos, los que tienen que acabar abandonando su colegio, son las víctimas, porque a un acosador, que se le castigue, si se le castiga, le da absolutamente lo mismo.
¿Por qué se convierte un niño en acosador?
Una característica del acoso es que es una situación que se repite en el tiempo, no hablamos de un episodio momentáneo, eso que se llama cosas de niños, sino que es algo continuo. Tampoco hablamos de un calentón, el acosador escoge a la víctima de entre los más débiles con la intención de causarle daño. Disfruta del dolor que produce en la víctima.
Los psicólogos explican este comportamiento asegurando que se trata de niños inseguros, con carencias en su desarrollo emocional y relacional, que sienten inferioridad y para sentirse superiores han de maltratar a otros. Solo así, sintiendo que tienen el control y que dominan se olvidan de sí mismos.
Esta actitud es inconsciente. Los acosadores tienen una característica común es que no maduran. Los niños hacen cosas mal, gritan y se pelean con los demás, pero van aprendiendo una serie de pautas que les hace reconocer que si hacen esto que está mal, pasará esto otro. Eso les lleva a pedir disculpas y sobre todo a intentar que no vuelva a pasar. Un menor acosador generalmente no actúa así, no tiene en cuenta los efectos de su comportamiento, lo que supone un problema cuando es consciente de que hace daño a otros y aún así continúa haciéndolo.
Un acosador no es empático, no es capaz de ponerse en lugar del otro. Y si se les pregunta por qué lo maltrata a otro, posiblemente dirá que no está haciendo nada malo o no sabrá dar una explicación. Es posible incluso que esa violencia no les parezca extraña si la vive en su entorno habitual. Ahí simplemente imita la conducta que ve a su alrededor, en la familia, la televisión, los contenidos de Internet, los videojuegos.
Atacar antes de ser atacado
La respuesta al propio miedo o vergüenza podría ser otra. En vez de atacar de forma gratuita, un acosador podría eludir la compañía de otros niños, alejarse para evitar sentir desprecio por ellos, evadirse, lo que le acarraría otro tipo de problemas, como las adicciones, o atacarse a sí mismo, física o psicológicamente. Pero eligen atacar, una respuesta primitiva y destructiva, de quien no sabe gestionar emocionalmente lo que le está ocurriendo. Atacan antes de ser atacados.
Y como se trata de tener el control, de salir ganador, para enfrentarse buscan una víctima vulnerable, porque es diferente, por su aspecto, porque tiene algún defecto, con la que puedan fácilmente. Será mucho más difícil que lo hagan con niños fuertes y seguros de sí mismos.
Se podría decir que acosador y víctima son dos caras de la misma moneda. La inseguridad, la falta de autoestima. El acosador busca mecanismos para sentirse superior y la víctima no sabe repeler los ataques gratuitos que recibe.
Si el menor percibe que acosar es casi una cuestión de supervivencia y no siente el más mínimo remordimiento por lo que hace, es difícil que por sí mismo reconozca la perversión de su actuación. Y es un grave problema, por el daño que produce a otros y porque si esa manera de actuar se enquista, puede ser con seguridad un adulto complicado.
Eso por no hablar de las graves secuelas que padece en su víctima, el menor acosado, la inseguridad de su día a día, la desconfianza, la propia valoración que en ocasiones les lleva al suicidio. Y en el entorno, esos niños que no dicen nada porque lo encuentran normal o que no denuncian por miedo a convertirse también en víctimas, o los que viendo una cierta ganancia social en estar del lado de los acosadores se convierten en cómplices.
¿Cómo saber si un niño es acosador?
La comunicación con los hijos no siempre es fluida, sobre todo a ciertas edades. Es difícil detectar la conducta de un acosador, porque generalmente nada que lo delate. Para prevenir, es aconsejable que los padres sepan, qué amigos frecuenta su hijo, qué suele hacer con ellos, dónde van. Hay que controlar las notas, si hay algún cambio de hábito sospechoso y estar pendientes de lo que ven en la televisión o en Internet. Y sobre todo, ser muy observador con las reacciones o comentarios despreciativos o arrogantes que puedan hacer sobre cualquier tema. Eso puede dar pistas de que algo está ocurriendo. Y si parece que el menor está desarrollando una conducta acosadora, hacer algo cuanto antes, para que la cosa no vaya a más.
¿Qué se puede hacer contra el acoso?
Es importante actuar a nivel familiar y escolar. El primer paso para solucionar un problema es reconocer su existencia. Por mucho que duela, que no se entienda, que no se les haya educado en ese dirección, los padres que tienen un hijo acosador tienen que asumirlo. Solo así podrán ayudarlo. Es fundamental encontrar el desencadenante de ese comportamiento y trabajar para erradicarlo. Si no se puede con los propios medios, es necesario acudir a un profesional.
En el colegio es importante controlar cualquier conducta extraña. Y fundamental, hay que tener tolerancia cero ante cualquier conducta acosadora, al silencio cómplice, implicando también a los que observan. Se debe animar a denunciar cualquier acoso aunque no lo sufra uno mismo. Y recordar a los niños que no es normal, para nada, es algo que no se debe permitir. Siempre que los profesionales lo aconsejen, fomentar la reconciliación con las víctimas, que de esta manera también pueden ver reducido su sufrimiento y mejorar su recuperación. El acosador tiene un problema, pero el gran perdedor es la víctima, no hay que olvidarlo.