¿Tú también vives para trabajar?

Por Pilar, el 06/03/2020

¿Tú también vives para trabajar?

La gran mayoría de personas necesitamos trabajar para conseguir los ingresos necesarios para vivir. Pero, según de qué tipo de empleo se trate, y la manera en que nos lo planteemos, puede llegar a esclavizarnos y quitarnos tiempo para vivir. Es una incongruencia que al final el medio para ganarse la vida sea el que impida disfrutarla.

Que el trabajo nos acabe atrapando ocurre de forma casi inconsciente y paulatina son muchas responsabilidades y obligaciones a las que atender. Tenemos generalmente un horario que cumplir y al final no queda espacio para nada más. La vida se convierte en ir de casa al trabajo y del trabajo a casa. Y cuando nos damos cuenta, resulta que estamos más tiempo en el trabajo con los compañeros, que con la propia familia.

Eso si cuando al llegar a casa conseguimos alejar de nuestra mente todas esas obligaciones y podemos irnos a dormir sin pensar en lo ocurrido hoy o en lo que tendremos que hacer mañana. Si no es así, el trabajo aún arañará algunas horas más a nuestro tiempo de ocio y poco a poco la vida gira aún más, alrededor del trabajo.

¿Qué podemos hacer para no llevar el trabajo a casa?

Llega un momento en que el trabajo absorbe tanto que puede llegar a producir ansiedad, desasosiego, falta de sueño o de vida social o familiar. Y puesto que el trabajo es necesario para conseguir dinero y proporciona el bienestar adecuado, no se puede abandonar sin más. 

Obviamente, si podemos cambiar de empleo, o reducir la jornada es una opción a considerar, aunque sea de forma temporal. Si no es así, la única posibilidad es hacer las cosas de otra manera. Cuesta "domar" los pensamientos y crear nuevos hábitos, pero todo es cuestión de proponérselo. 

Primero, tenemos que ser conscientes de que estar más horas en la oficina o trabajar más tiempo, llega un momento que ya no sirve para nada. Cuando ya se ha alcanzado un tope óptimo, ya no se rendirá más, por más horas que se le metan. La mayoría de veces es cuestión de organizarse y no divagar con tonterías. Si dentro de nuestras responsabilidades hay que hacer muchas tareas, es preciso empezar por las más precisas y delegar aquellas que puedan hacer otras personas. 

Es preciso ponerse un horario realista de acabar las tareas, que coincida con el horario laboral. Es absurdo alargar el tiempo en el trabajo porque sí. Si ya hemos empezado a hacerlo hay que ir transformando esa costumbre. Quedarse excepcionalmente un rato más o lo que haga falta es lo correcto, si se convierte en una costumbre es malsano. Cuando ya no se rinde más, quedarse más tiempo no solucionará gran cosa y en cambio resta tiempo de ocio y descanso.

Una vez que salgamos del trabajo, hay que apagar el móvil o el medio que sea el nexo de conexión hasta el día siguiente. El proceso de transición al modo descanso u ocio ha de comenzar nada más salir por la puerta. Caminar o tomar un medio de transporte público y recrearse con lo que vemos por la ventanilla, aprovechar para leer un rato, ir al gimnasio o sencillamente escuchar música, o nada. Cualquier cosa que sirva para dejar la mente liberada de los asuntos de trabajo. Si vemos que caemos en la tentación de pensar en algo que tiene que quedarse en la oficina, hay que hacer cualquier cosas que nos ayude a desechar ese pensamiento rápidamente, aunque sea recitar una tabla de multiplicar. Lo que sea necesario para dar esquinazo a ese pensamiento. Y al llegar a casa, disfrutar de la compañía, reir todo lo que podamos, relajarnos y dormir, que mañana será otro día, con sus horas de trabajo y también con las correspondientes al descanso. Ambos son necesarios.