¿Por qué nos enganchamos a las series de televisión?
Por Diego, el 06/04/2016

Lo prometido es deuda. Tal y como dije en el artículo donde os traía cinco series tan reales como la vida misma, las razones de la actual adicción por las series de televisión daría para un artículo individual. Pues bien, este es ese artículo.
La primera razón es la que comentaba precisamente en el anterior artículo: evadirte de los problemas reales. Ya vimos que la ficción nos alejaba de la cruda realidad gracias a la película Mr. Pip, pero es que es cierto. Las temáticas de las series de hoy te permiten disfrutar de algo irreal, un mundo de fantasía inalcanzable para el ser humano. Y no me refiero simplemente a la ciencia ficción. La vida de los protagonistas de series, a priori, de temática más humanas (véase Breaking Bad), realmente nos mete de lleno en historias inalcanzables para la gente de a pie. Además, éstos se convierten enseguida en parte de nuestra familia después de pasar con ellos horas y horas al otro lado de la pantalla. La identificación es inevitable. Sufrimos con ellos, ganamos con ellos, queremos ver lo que le sucede a nuestro personaje favorito. El espíritu del Gran Hermano de Orwell es incuestionable.
Al margen de los clásicos y fieles seguidores de series de televisión (recordemos, las series siempre han existido, no es cosa de ahora), el actual consumo de masas es el principal potenciador de los llamados “devoraseries” que hoy todos conocemos. La televisión es una industria, y como tal, durante los últimos diez - quince años se ha vendido perfectamente gracias al impulso de las series, especialmente en Estados Unidos.
Las series son el producto estrella de la televisión, y la industria televisiva se ha encargado de potenciar su consumo entre la sociedad como buenos consumidores que somos. Tal es la influencia del consumismo, que ha dejado su huella hasta en la propia estructura de los episodios cambiando la línea básica argumental aristotélica de tres actos, en cuatro actos con dos grandes puntos de inflexión, que corresponden a los cortes publicitarios, y un gran cliffhanger final para mantener a la bestia (el consumidor) con sed de sangre hasta la siguiente semana.
No obstante, la evolución digital está cambiando el actual consumo televisivo. La gente ya no quiere esperar tanto para el próximo episodio, lo quiere ya, quiere verlo todo de una sentada a ser posible. Gran parte de culpa lo tiene la piratería digital, pero de esto se han aprovechado inmediatamente las nuevas plataformas de streaming multimedia como Netflix, por ejemplo, donde las temporadas de las series de su catálogo son subidas íntegramente para devorarlas de un tirón por este nuevo consumidor de ficción.
Otro de los movimientos que ha traído el consumismo digital de masas es la figura del llamado coloquialmente como “poser”, o “postureo” en España. La imagen es importantísima hoy día entre tanta red social y entre tanto usuario online, es por ello que mucha gente utiliza esta moda de las series para explotar su imagen con el objetivo de llamar la atención, hacer ruido y ganar una mayor aceptación social. ¿Por qué? Simplemente porque es lo que se lleva de moda.
Pero en fin, menos mal que siempre nos quedarán aquellos que disfrutan de una buena serie sin tener en cuenta la aceptación social y su influencia en las redes sociales y que, gracias a la nueva industria televisiva y la revolución digital, cada son (somos) más. La tremenda competencia provocada por el auge de la industria ha dado lugar a que, siempre respetando la estructura clásica, la televisión sea hoy el nuevo cine. Sinceramente, desde unos diez años atrás pienso que hay más calidad en las series de televisión que en las películas de Hollywood. Por un lado, los despliegues técnicos son parejos en ambas industrias; y por otro (y más importante), la originalidad y el asumir el riesgo con formatos y géneros imposibles, lo tienen las series de televisión.