¿Por qué es tan importante conocernos?

Por Pilar, el 10/04/2016

¿Por qué es tan importante conocernos?


¿Qué son las emociones? Son un conjunto complejo de respuestas químicas y neuronales que forman un patrón distintivo producidas por el cerebro cuando el objeto o acontecimiento, real o rememorado mentalmente, desencadena una emoción y las repuestas automáticas correspondientes. Las respuestas provienen tanto de los mecanismos innatos del cerebro (emociones primarias) como de los repertorios conductuales aprendidos a lo largo del tiempo (emociones secundarias). La mayoría de los autores definen como emociones básicas: amor, odio-ira, felicidad-alegría, tristeza, miedo y algunos añaden también la sorpresa-asombro y el asco.  http://happymente.com/es/1461-que-es-la-inteligencia-emocional

Los sentimientos, en cambio, son la evaluación consciente que hacemos de la percepción de nuestro estado corporal durante una respuesta emocional. Los sentimientos son conscientes, objetos mentales como aquellos que desencadenaron la emoción (imágenes, sonidos, percepciones físicas…)

Interactuamos con el mundo, con otras personas y con nosotros mismos. Eso significa que vamos a tener miedo, alegría, que sentiremos amor, odio o tristeza en algún momento. Y también vamos a sentir gratitud, paz, seguridad, y verguenza, egoísmo, dolor, soledad..., es decir, que vamos a tener emociones y sentimientos en cada momento de nuestra vida, y por esto es muy importante que sepamos qué significa cada una de ellas y aislarlas con exactitud. ¿Por qué? Porqué al igual que es necesario conocer los síntomas para curar una enfermedad, para saber qué nos ocurre y poder solucionarlo, hemos de analizar lo que sentimos dentro de nosotros.

Aunque no nos guste o nos de miedo encontrar cosas desagradables, es necesario bucear en nuestro interior y dejar al desnudo nuestros sentimientos y emociones si queremos avanzar en nuestra madurez. Tener la costumbre y la capacidad de descender a los detalles más escabrosos debería ser algo habitual y frecuente, pero no suele ser así. Hay muchos ejemplos en la vida diaria que lo demuestran. Seguramente conoces a alguien que ha roto su relación de pareja, y que empieza a echar la culpa al otro de todos sus males, nada parece de su responsabilidad, ni el desarrollo de la convivencia, ni el fin de la misma. Posiblemente muchas de esas emociones y sentimientos que expresa esa persona tengan más que ver con la frustración que se le ha ido acumulando, por no ser capaz de expresar lo que sentía, por hacer siempre la voluntad del otro, tal vez por la soledad que le espera... que por la pérdida de esa pareja en sí. Y, si queremos solucionar un problema es necesario saber exactamente qué sentimos, no es lo mismo tener miedo al futuro, que tener roto el corazón de pena, son dos cosas diferentes que se tienen que tratar de forma distinta. 

Si uno no se promociona en su trabajo puede echarle la culpa al jefe, que siempre elige a otro, que funciona por simpatía o manía, y alguna vez puede que sea así. Pero lo más seguro es que no ascienda porque no está bastante preparado, porque no tiene voluntad para aprender o la capacidad de sacrificio para formarse y mejorar su vida profesional. Y cuando hay alguien que si que hace todo esto y le den ese puesto, siempre será más fácil externalizar la culpa, es un enchufado, el favorito del jefe, que reconocer que tenemos envidia, o rabia por no estar en su lugar. Que estamos frustrados porque él si que se ha esforzado y lo ha conseguido y nosotros no. Más fácil pero menos constructivo para nuestra vida.

A nadie nos gusta reconocer que tenemos envidia, o cobardía o resentimiento, pero si la tenemos. Y no son sentimientos ni emociones necesariamente malos si al pararnos a pensar por qué afloran, sacamos un aprendizaje de la situación y empezamos a hacer las cosas de otra manera, y crecemos acercandonos cada vez más a la felicidad.  Lo malo no es cómo nos sentimos en un momento dado, es no saber analizar qué nos pasa y no poder liberarnos de esa emoción dañina.