Nunca tendremos la educación de Finlandia

Por Pilar, el 09/08/2016

Nunca tendremos la educación de Finlandia

La educación finlandesa es una de las más laureadas y reconocidas del mundo, y no siempre fue así. Llegar a ser lo que es ahora ha significado un esfuerzo de todas las partes implicadas para conseguirlo. Y aquí y sin saber mucho más del tema, es donde se encuentra la primera diferencia con España. Nosotros hemos demostrado ser incapaces de consensuar una Ley de Educación, que perdure en el tiempo, sin que se cambie cada legislatura. Aquí no trabajamos para construir algo que sirva para todos, sino que cada parte interesada en este asunto trabaja para ponerse medallas, sin importar el interés general.

Por otra parte reformar o eliminar algunos problemas existentes puede resultar muy doloroso, además de complicado. Y en este punto todo el mundo tiene claro qué es lo que hay que cambiar, pero eso sí, que no se toque lo propio. Obviamente nadie quiere ser la parte sacrificada en una negociación, pero si fuera necesario para hacer algo en favor de la mayoría, sería lo más razonable. Eso tampoco va a ocurrir en este país, en el que hay magníficos profesores, pero también personas que están ocupando un puesto en la enseñanza, porque no pudieron estar en otro sitio, hay pocas profesiones más vocacionales que ésta, porque está bien pagado o porque la jornada es interesante, y donde los que trabajan poco motivados hacen más mal que bien al sistema y a los alumnos.

Esto ya sería por sí solo bastante complicado de solucionar, pero si entramos a analizar las materias que estudian los alumnos, los sistemas de exámenes y más cuestiones académicas, nos meteriamos en un meollo impresionante. Se enseña a los niños materia, a que no se salgan de una media, ni por lo bajo, para los que hay algún sistema de recuperación, ni por lo alto, que se busque la vida quien tenga un coeficiente superior a los demás. No se les enseña a aprender, a tener ansia de saber más. Se les permite pasar de curso con las bases de las materias clave sin fijar correctamente, y se generan personas que acaban los estudios, que obtienen títulos universitarios y aún así son ignorantes, no son capaces de relacionar cosas, de ser resolutivos... 

Y ya si esto es hacer un puzzle casi imposible, hay que meter otro factor en la ecuación: los padres. Que pretenden que sus hijos tengan un buen nivel pero sin que se les manden deberes, sin que se les complique mucho la vida, sin dar ejemplo ellos mismos de lo edificante que es aprender, y que si hay que echar la culpa a alguien siempre es al profesor y al sistema. No hace tanto tiempo, ser profesor era un trabajo reconocido, admirado, mal pagado, pero muy respetado. En la actualidad muchos maestros viven acosados por el estrés y por la presión de las aulas, del sistema y por los padres de los alumnos.

Juntemos esos factores, todos ellos peliagudos, situémoslos en esta parte del mundo llamada España, y entraremos en el juego de si yo lo hago mal, tú más, así es que apañatelas para arreglalo. Sin adentrarnos en grandes análisis, no somos, no seremos nunca como Finlandia, porque para cambiar algo tan grande, hace falta la suma de muchas voluntades, y esto es España y ponerse cuatro de acuerdo es una lotería. De lo único que somos incapaces, es de ponernos de acuerdo en algo. Para que las cosas funcionen hay que dar valor también a los que piensan diferente de nosotros, y aceptar sus buenas ideas, pero para eso hay que tener una madurez que no hemos logrado, y cuyas consecuencias paga y seguirá pagando un sistema educativo ineficaz, retorcido, que perpetúa sus errores, enfangado en su propia inercia, en el que nadie parece satisfecho, ni padres, ni alumnos, ni profesores.