Caminando con la ansiedad

Por María, el 09/07/2018

Caminando con la ansiedad

“¿Ansiedad? ¿Estás ansioso? ¿Qué tienes?”
He escuchado estas preguntas muchas veces y me las he hecho muchas más veces. Si de diálogo interno se trata, puedo llegar a ser una maestra, pero los soliloquios interiores y cuestionamientos son un arma de doble filo cuando de interrogarme se trata.

“¿Y si…? ¿Será que…? ¿Por qué no puedo? ¿Por qué? ¿Hasta cuándo?”

Exceso de preguntas, falta de respuestas y en ocasiones exceso de respuestas. Es mi definición de ansiedad: es vivir lleno de preguntas ante hechos que ni siquiera han ocurrido ni ocurrirán.

“¿Nuevo trabajo?”
“¿Y si no lo hago bien?”
“¿Si no soy suficientemente buena?”
“¿Si no le caigo bien a los compañeros?”

Porque sí, otra característica importante de la ansiedad es que los interrogantes se dirigen a situaciones malas, trágicas, casi terroríficas y mi mente, mi pobre mente, se cansa de llenarse de aparentemente todo lo malo del mundo.

Tantas veces he visto a la ansiedad como algo con lo que tengo que luchar, que pelear... pero, ¿cómo peleo conmigo misma? ¿Cómo acallar mi propio pensamiento? ¿Será posible? ¿Quién gana y pierde en esta pelea? ¿Se puede perder y ganar a la vez?

La lucha, la pelea contra mi mente ansiosa no daba resultados, todas las batallas las perdía yo e iba encaminada a perder la guerra. Fue entonces cuando pensé en darle un giro, no más peleas, no más enfrentamientos. Si esto no funciona ¿qué hacer? Y así di con una idea: irme al lado contrario de la estrategia.

Comencé a trabajar en mi ansiedad como quien camina a través de un tramo largo y pedregoso, que sabe a dónde va, que aunque no siempre sepa cómo va a lograrlo, sabe que debe continuar; caminar sería mi nueva estrategia. Lidiar con la ansiedad no como un enemigo, sino como un compañero con el que debía entenderme, que necesitaba ser escuchado, atendido, con el que debía conversar de tanto en tanto y regañar también, como se hace con algunos compañeros de viaje.

Y al final, he dejado de ser mi enemiga. He pasado no solo a aprender a caminar con mi ansiedad, sino a acompañarla y así a acompañarme a mí misma.