Cómo convivir con el Alzheimer
Por Pilar, el 19/06/2020

El Alzheimer es un invitado molesto. Nadie lo espera, no tiene modales y no es que parezca que no se va a ir nunca, es que viene para quedarse, en tu casa, conviviendo como uno más de la familia.
Es difícil asumir algo así, no terminas de acostumbrarse a algunas cosas. Son los padres los que cuidan de los hijos. Cuando aparece el Alzheimer el hijo se ve cuidando de un padre, de una madre, que se ha anclado en algún momento del pasado, en una vida en la que con seguridad no está incluido, o lo hace bajo otra apariencia. Es una lucha desigual, el Alzheimer es muy poderoso y siempre sale ganando, jamás se desvía de su camino.
El cariño, el amor hacia el enfermo son vías de escape para los familiares, que se ofrecen con la esperanza de que hagan posible que las cosas vuelvan a ser como antes. Pero no, no va a haber ninguna mejora y es posible que el enfermo ni siquiera sea consciente de todo ese cariño que te esfuerzas por darle.
Y aún así se mantiene la actitud positiva. Desarrollas una paciencia que no sabes que tienes, aunque no pueda ser de otra manera, cuando te enfrentas a un ser que ya ha perdido el conocimiento. Te agotas de repetir gestos y aclaraciones minuto a minuto, te guardas la ira que no sirve para nada. Da igual las veces o la forma en que maldigas al destino, lo tienes ahí cenando en tu casa, ocupando de manera indecente tu vida.
¿Cómo convivir con el Alzheimer? La paciencia se acaba y si uno emplea toda la que tiene con el enfermo, acaba por perderla con uno mismo. Hay que torear con los transtornos que la desmemoria producen en el enfermo. La rutina diaria puede ser totalmente desordenada e imprevista y después de todo, hay que hacer más cosas. El Alzheimer se irá, acompañado desde luego, y habrá dilatado tanto tu existencia que costará que recupere la forma que tenía antes. Hay que tener mucho temple para encajar situaciones en ocasiones surrealistas. Y dejarse fluir, no luchar contra lo que ocurre, porque no hay vuelta atrás.
Convivir con el Alzheimer es mirar a unos ojos que no te reconocen, que extrañan, en los que no encuentras a esa persona a la que quieres. Si aún tienes ánimos, tira de buen humor. No lo hará menos duro, pero quién sabe, tal vez cuando menos lo esperes asome por ahí, por un instante ese padre o esa madre que se desdibujó y por un momento te reconozca, te pille sonriendo y eso compense lo condenadamente triste que es esta enfermedad.
Imagen: Laura Fuhrman